26 de febrero de 2025

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Mundo. La doble derrota de Ucrania: el triunfo de Rusia y Estados Unidos

A tres años de la invasión rusa, Ucrania enfrenta un destino paradójico: pierde territorio ante Putin y soberanía ante Trump.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, puede que pase a la historia como el gran artífice de una derrota doble para su país: a manos de la Rusia de Vladimir Putin, que al día de hoy controla parte del territorio ucraniano en el sudeste, y a manos de los Estados Unidos de Donald Trump. Es que durante el gobierno de Joe Biden, Estados Unidos apoyó militar y políticamente a Ucrania, pero el inicio del segundo mandato de Trump, en enero de 2025, trajo consigo el retiro del respaldo político y el pase de factura por la ayuda militar prestada durante estos años. La forma en que los estadounidenses pretenden cobrarse esta deuda es con los recursos minerales de Ucrania, un país rico en materias primas estratégicas.

Recientemente se conoció que hay un acuerdo en curso entre Ucrania y Estados Unidos para que este último se beneficie con la extracción de minerales, especialmente los denominados "tierras raras", algunos de los recursos más codiciados del siglo XXI. Entre estos destacan el litio, el neodimio y el lantano, indispensables para la fabricación de baterías, imanes de alta potencia y tecnologías avanzadas como teléfonos móviles, turbinas eólicas y armamento moderno. Estos minerales escasean en el mundo, pero Ucrania posee importantes yacimientos, lo que la convierte en un botín de guerra, literalmente. La curiosidad del caso no solo radica en que un ex socio se cobre la ayuda militar -algo que podría compararse con el Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial-, sino en que Estados Unidos parece haber estado detrás de la desestabilización de Ucrania desde el principio, promoviendo su acercamiento a la OTAN, una maniobra que Rusia siempre consideró cruzar una "línea roja".

Para entender este entramado, hay que retroceder en la historia. Tras la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991 y la recomposición del poder en la Rusia moderna, Ucrania fue durante años un país con gobiernos aliados de Moscú. Su posición geográfica, como vecino fronterizo, y su fuerte vinculación cultural e histórica con Rusia -especialmente en las regiones del este como Donetsk y Lugansk- hacen de Ucrania una pieza clave para la seguridad nacional rusa. Sin embargo, Estados Unidos alimentó las revueltas contra el entonces presidente ucraniano prorruso, Viktor Yanukovich, incentivando la inestabilidad política. Yanukovich fue derrocado en 2014 tras el levantamiento del Euromaidán, un movimiento que contó con el respaldo tácito de Washington. En las elecciones de 2019, ganó Zelensky, quien llegó al poder prometiendo, entre otras cosas, la incorporación de Ucrania a la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, una coalición militar liderada por Estados Unidos y diseñada históricamente para contrarrestar a Rusia.

La ampliación de la OTAN, impulsada desde los años 90 por Estados Unidos, siempre fue vista con recelo por Moscú. Durante el gobierno de Bill Clinton, la alianza comenzó a incorporar países del antiguo bloque soviético, cercando gradualmente a Rusia. Figuras como George Kennan, arquitecto de la estrategia de contención de la URSS, advirtieron en 1997 que "expandir la OTAN sería el error más funesto de la política estadounidense en la era post-Guerra Fría". Joseph Nye y John Mearsheimer, reconocidos expertos en relaciones internacionales, también alertaron que este avance podía tornar a Rusia más agresiva al sentirse acorralada. Y así fue: la invasión rusa a Ucrania, iniciada el 24 de febrero de 2022, se justificó como una respuesta al expansionismo de la OTAN y a la creciente influencia estadounidense en lo que Rusia considera su esfera de influencia.

A tres años del inicio del conflicto, Ucrania ha perdido territorio y, con Trump en el poder, también el respaldo incondicional de Estados Unidos. Desde su llegada a la Casa Blanca, la administración Trump ha priorizado negociar directamente con Rusia, dejando a Ucrania al margen. Un ejemplo claro fue la reunión en febrero de 2025 entre el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, y su par ruso, Sergei Lavrov, en Emiratos Árabes, donde se discutieron términos de paz sin la participación de Kiev. Este giro refuerza la idea de que la guerra en Ucrania es un eco recalentado de la Guerra Fría, con las superpotencias enfrentándose indirectamente en terceros países. Sin embargo, la novedad radica en que esta vez el conflicto ocurre en el corazón de Europa y en un país económicamente relevante, involucrando, además, directamente a Rusia.

Pero el análisis no estaría completo sin considerar una paradoja planteada hace años: Putin puede perder aun ganando. Aunque Rusia mantiene el control militar y asegura su acceso al Mar Negro -clave para sus exportaciones y quizás el verdero motivo de la invasión-, el costo de la guerra es elevado. Las sanciones económicas, la devaluación del rublo, el desgaste militar y la revitalización de la OTAN con nuevos miembros como Finlandia y Suecia (proceso acelerado con la invasión a Ucrania y la percepción de Rusia como una amenaza) han debilitado la posición global de Moscú. Internamente, el régimen de Putin enfrenta crecientes tensiones, aunque su carácter autoritario mitiga el impacto de la disidencia. A largo plazo, el triunfo en el campo de batalla podría traducirse en una derrota estratégica si Rusia queda aislada y Europa estrecha lazos energéticos y comerciales con Estados Unidos, como ya ocurre con el gas.

Para Ucrania, el desenlace es aún más sombrío. Zelensky, quien en los primeros días de la invasión exclamó "nos dejaron solos, el país más poderoso del mundo mira desde la distancia", ve cómo su país paga el precio de las ambiciones geopolíticas de otros. Estados Unidos tensionó la situación hasta precipitar la guerra, pero evitó involucrarse militarmente de manera directa. Ahora, con Trump cobrando la deuda en minerales y negociando con Rusia a espaldas de Kiev, Ucrania enfrenta una segunda derrota: la pérdida de soberanía sobre sus recursos. La pregunta que queda es si este doble revés fortalecerá finalmente a Rusia o si, como advertía Henry Kissinger, el conflicto convertirá a Ucrania en un puente roto entre Oriente y Occidente.


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