22 de abril de 2025

PAPA FRANCISCO

PAPA FRANCISCO. Francisco, el regreso que nunca fue

Nunca volvió a casa como Papa y la incómoda relación con la política local.

Jorge Mario Bergoglio falleció ayer en Roma. Fue el primer papa latinoamericano de la historia, el primero jesuita, el primero en llevar el nombre de Francisco. También, y acaso lo más llamativo, el argentino fue el único papa que nunca regresó a su país durante el pontificado. Un gesto que, lejos de ser casual, resume una tensión profunda: entre el Vaticano y la política vernácula, entre el símbolo y el riesgo de su manipulación.

Un papa del fin del mundo que nunca volvió al origen

El 13 de marzo de 2013, el entonces arzobispo de Buenos Aires fue elegido Sumo Pontífice. En once años, visitó 66 países, hizo 47 viajes apostólicos, recorrió todos los continentes y se convirtió en una figura central en los debates sobre justicia social, medioambiente y desigualdad. América Latina fue un eje clave de su magisterio, con viajes trascendentales a Brasil, Bolivia, Paraguay, Cuba, México, Colombia, Chile, Perú y Panamá. Sin embargo, Argentina quedó como una ausencia dolorosa.

¿Por qué nunca volvió? La respuesta mezcla prudencia diplomática, intuición política y temores fundados. Al comienzo de su papado, Francisco evitó volver para no ser acusado de favoritismo. Con el tiempo, el riesgo cambió: todos los gobiernos, sin excepción, buscaron capitalizar su figura. Y él, que conocía de cerca las miserias del poder argentino, optó por la distancia.

Juan Vicente Boo, uno de los vaticanistas más reconocidos, acompañó al Papa en sus viajes a la región. Según él, fue el intento sistemático de todos los gobiernos argentinos por "instrumentalizar el viaje" lo que postergó una y otra vez el regreso. Francisco, al tanto de la polarización creciente, temía que su presencia exacerbara los antagonismos.

La decisión no fue cómoda ni exenta de críticas. Muchos lo acusaron de haberle dado la espalda a su pueblo. Otros lo interpretaron como una advertencia sutil al modo en que se usa (y abusa) la religiosidad popular en clave política. En todo caso, fue una elección estratégica: no volver para no ser rehén simbólico de ninguna facción.

América Latina, entre el fervor y la incomodidad

Los viajes del Papa a América Latina estuvieron cargados de simbolismo. En Brasil (2013) impulsó el "hagan lío" y lanzó su cercanía a los jóvenes y las periferias. En Cuba (2015), fue mediador silencioso del deshielo con Estados Unidos y se reunió con Fidel Castro. En México (2016), denunció la violencia narco y abrazó a los pueblos indígenas. En Colombia (2017), celebró el proceso de paz con las FARC. En Chile y Perú (2018), enfrentó protestas por los abusos eclesiásticos y dejó una de las autocríticas más fuertes de su pontificado.

Tres viajes marcaron su visión latinoamericana, según el teólogo José Carlos Caamaño: Brasil, como plataforma programática; Perú, como profecía ambiental y social; y Chile, como punto de inflexión institucional por los casos de abuso.

Sin embargo, su política regional no estuvo exenta de sombras. Fue criticado por su tibieza frente a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, aunque con el tiempo endureció su discurso. A Maduro lo recibió dos veces, y recién en 2024, tras elecciones fraudulentas, dijo que "las dictaduras no sirven y terminan mal antes o después". A Ortega lo calificó en 2023 como "una dictadura grosera", tras años de silencio ante la persecución de religiosos en Nicaragua.

La Argentina como herida abierta

En el fondo, su país natal fue el gran pendiente. Francisco envió saludos aéreos, telegramas presidenciales y guiños simbólicos cada vez que sobrevolaba territorio argentino, pero nunca aterrizó. "Les pido que recen por mí", repetía como fórmula, mientras los rumores de visitas frustradas crecían.

Desde 2013 hasta hoy, ningún político argentino logró despegarse del intento de apropiarse del Papa. Lo intentaron todos: de Cristina Kirchner a Mauricio Macri, de Sergio Massa a Javier Milei. Francisco supo leer la lógica facciosa de la política local y prefirió evitar el daño mayor: ser canonizado por una parte y demonizado por otra.

La Argentina que lo vio partir no fue la misma que lo despidió. Se va un papa que fue amado y odiado en su país, muchas veces por las mismas razones: su cercanía con los humildes, su crítica al capitalismo salvaje, su promoción de la "cultura del encuentro" y su desdén por los dogmas neoliberales.

Una despedida cargada de símbolos

Murió el papa Francisco sin haber regresado a su tierra. Pero su huella está en las villas, en los movimientos sociales, en los curas villeros, en los que predican con mate y zapatillas, y también en quienes entendieron que el poder espiritual no debe prestarse a la política mezquina. Su legado no será solo teológico, sino también pastoral y humano. En su prédica por la casa común, por los descartados, por los migrantes y por la paz, Francisco llevó al Vaticano una mirada suramericana del mundo. En la historia quedará como el papa que vino del fin del mundo y que, por decisión o resignación, no volvió al inicio.

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