21 de abril de 2025
El podio de los papables y el juego de poder que define el próximo Papa.
El Papa Francisco murió esta mañana en Roma, a los 88 años, luego de
varios meses de deterioro físico que se habían vuelto visibles y preocupantes.
Con su partida, se cierra un pontificado histórico y se abre un nuevo capítulo
en la historia de la Iglesia Católica: el tiempo del cónclave. En los
próximos días, los cardenales electores deberán decidir quién será su sucesor.
Y en esa elección no se define solo un nombre, sino el rumbo espiritual,
pastoral y político de más de 1.300 millones de católicos en todo el mundo.
La muerte de Jorge Mario Bergoglio, primer Papa latinoamericano, deja
un legado de apertura pastoral, descentralización e impulso reformista. Pero
también deja tensiones internas sin resolver: resistencias
conservadoras, reformas a mitad de camino, disputas por el poder curial y una
Iglesia global dividida entre el norte y el sur, entre la tradición y la
renovación. El cónclave que comienza será, por lo tanto, una batalla por el
alma de la Iglesia. Y ya hay nombres que suenan con fuerza.
¿Qué pasa
ahora?
Cómo funciona el cónclave y qué mayorías se
necesitan
Con la muerte del Papa, se activó el proceso previsto por la
constitución apostólica Universi Dominici Gregis. En los próximos 15 a
20 días, los cardenales menores de 80 años deberán trasladarse a Roma para
iniciar el cónclave, que se celebrará en la Capilla Sixtina bajo estrictas
condiciones de aislamiento y secreto.
Actualmente hay 129 cardenales con derecho a voto. Para
elegir Papa, se necesitan al menos dos tercios de los votos: es decir, 86
votos como mínimo. Se vota hasta cuatro veces por día, y no hay límite de
rondas. La elección puede durar horas o semanas.
¿Cómo se
reparten ideológicamente los votos?
De los 129 electores, Francisco designó a 99, una mayoría
aplastante. Pero no todos son "francisquistas" puros. El mapa interno puede dividirse
así (estimación basada en estudios de Vaticanisti y fuentes eclesiásticas):
La clave estará en quién logre una alianza entre los reformistas y
una parte del centro. Los conservadores, hoy, no tienen número
suficiente para imponer a uno de los suyos, pero sí podrían bloquear a
un candidato progresista si se mantienen unidos.
Los tres
favoritos: el podio de los papables
1.
Pietro Parolin (Italia, 70 años)
El diplomático de hierro. Continuidad sin conflicto.
Secretario de Estado del Vaticano desde 2013, Parolin es el hombre
fuerte de la Curia. Manejó relaciones internacionales, resolvió crisis,
negoció con China, Cuba, Venezuela. Tiene fama de hábil, discreto y pragmático.
Es visto como el candidato ideal para garantizar continuidad institucional,
pero con estilo moderado y sin confrontaciones.
Puede sumar votos del centro y parte de los conservadores, porque
no encarna el ala más progresista, pero tampoco se opone a las reformas. Su rol
de "estadista del Vaticano" lo convierte en una figura de orden.
Probabilidad alta. Si no hay consensos rápidos, puede emerger como "el
Papa de transición que ordena la casa".
2. Luis
Antonio Tagle (Filipinas, 67 años)
El candidato del sur global. Heredero espiritual de Francisco.
Tagle representa el rostro de una Iglesia joven, comprometida con los
pobres y abierta al diálogo intercultural. Fue arzobispo de Manila y luego Prefecto
de Evangelización, cargo clave en la estrategia global de Francisco. Tiene gran
carisma, habla varios idiomas y tiene el afecto personal del pontífice
fallecido.
Su punto fuerte es simbólico y pastoral: sería el
primer Papa asiático de la historia, con fuerte llegada a América Latina y
África. Sus ideas se alinean con el espíritu franciscano: sinodalidad,
misericordia, inclusión.
Puede ser el favorito si el bloque reformista se alinea detrás de él.
3.
Matteo Zuppi (Italia, 69 años)
El cura de los pobres. El Francisco italiano.
Zuppi es arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal
Italiana. Tiene formación en mediación de conflictos (comunidad de
Sant'Egidio), compromiso social, cercanía con minorías y un estilo pastoral
directo y cálido. Ha bendecido personas LGBT, ha promovido la cultura del
encuentro y ha sido enviado papal en misiones por la paz en Ucrania.
Es el favorito del progresismo europeo. Pero su perfil muy
liberal puede generar resistencia en sectores conservadores, y si compite
con Parolin por el voto italiano, puede perder fuerza.
Puede ser el "tapado" si hay impasse entre los otros dos.
¿Y si
gana un conservador?
Hoy, improbable. No tienen candidato fuerte ni base amplia.
Figuras como Raymond Burke, Wim Eijk o Gerhard Müller no generan consensos ni
dentro de su propio bloque. El cardenal Robert Sarah, ya sin voto, sigue siendo
símbolo, pero no opción real.
Sin embargo, si el cónclave se empantana y ninguno de los papables
logra 86 votos, podría aparecer un perfil más neutral, conservador en lo
doctrinal pero pastoralmente abierto, tal vez desde África o Europa del Este.
Aunque poco probable, el "efecto Wojty?a" (como en 1978) nunca se descarta.
El
mensaje que deja la elección
Este cónclave será un parteaguas. Francisco cambió el estilo de
liderazgo, los símbolos del poder, el mapa geográfico del catolicismo. Ahora la
Iglesia debe decidir si profundiza ese camino o lo modera. No parece
haber retorno a los tiempos pre-Bergoglio, pero tampoco es claro que todos
quieran seguir en la misma dirección.
El próximo Papa no será solamente el líder
de los católicos. Será el conductor de una institución que sigue teniendo poder
moral, cultural y político en el mundo, aún en crisis. Será el rostro con el
que la Iglesia Católica responderá a los desafíos de nuestro tiempo: la
pobreza estructural, la exclusión de pueblos, el desprestigio de las
religiones, la transformación de las identidades y la nueva espiritualidad
postmoderna. Por eso el cónclave será más que una elección religiosa. Será un
mensaje. Y como todo en el Vaticano, ese mensaje se definirá entre silencios,
alianzas, rezos, cafés discretos.
Roma ya huele a cónclave. Y el humo blanco que surja de la Capilla Sixtina no será solo un ritual: será una señal al mundo entero.
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