10 de enero de 2025

Análisis

Análisis. La misma historia y con los mismos de siempre: la neoconvertivilidad deriva en una nueva crisis

El atraso cambiario y la bicicleta financiera, herramientas del gobierno de Milei, generan vulnerabilidad económica, afectando la producción y el empleo.

Esta semana, el exministro de Economía y autor intelectual y material de la Convertibilidad, Domingo Cavallo, manifestó que el dólar se encuentra atrasado en un 20%. Es decir, el peso debería valer menos, pero se mantiene este valor en base a la intervención del Gobierno. Esto, dijo el economista estrella de la década menemista, genera problemas para la producción, las exportaciones e incluso para las finanzas públicas. No fue solo Cavallo quien cuestionó el atraso cambiario, también lo vienen señalando economistas de distinto tipo, como Marina Dal Poggetto, quien afirmó que hoy el peso estaría cerca de los valores equivalentes al final de la Convertibilidad.


Desde al menos el mes de abril, cuando el dólar tuvo una fuerte escalada y el Gobierno salió a intervenir, se estableció un régimen de paulatina valorización del peso frente al dólar. Esto sirvió para domar al que es uno de los precios más importantes para la economía argentina, como es el dólar. Y contener al dólar es central para frenar la inflación. Es decir, lo que el tándem Milei-Caputo (y aquí cabe preguntarse quién es el verdadero hacedor de la política económica) está haciendo es utilizar el atraso cambiario como ancla inflacionaria.


¿Qué es lo que está permitiendo este atraso cambiario? En primer lugar, el cepo, que restringe fuertemente la adquisición de moneda extranjera. En segundo lugar, la bicicleta financiera (la llaman carry trade), que consiste en especular financieramente con los pesos, aprovechando tasas de interés positivas y, fundamentalmente, la valorización de los bonos de deuda emitidos por el Estado argentino.


Una fragilidad enorme que tiene la bicicleta financiera en pesos como forma de contener el dólar es que, tarde o temprano, los especuladores terminan yéndose al dólar. Esto quiere decir que, mientras la bicicleta funcione, siempre habrá demanda de pesos, pero en cuanto deje de funcionar, se dispara la demanda de dólares y, con ella, su precio. Es decir, terminada la bicicleta, sube el dólar, vuelve la inflación. Es la estabilidad de la bicicleta: mientras la bicicleta anda, hay estabilidad. Pero si la bicicleta se detiene... Por eso, hoy se puede hablar de una valorización del peso, pero lo que en realidad se está haciendo es debilitarlo y dejarlo mucho más vulnerable a futuro.


Ninguna de estas dos alternativas que ha explorado el gobierno de Javier Milei para contener el precio del dólar es positiva para los sectores productivos del país. Las exportaciones pierden competitividad: producir en pesos, una moneda hoy cara, resulta más costoso, lo que se traslada a los precios de los bienes exportados o bien reduce los márgenes de ganancia.

La bicicleta financiera, por su parte, estimula las inversiones en el sector financiero, especialmente en bonos, pero desincentiva la inversión en la economía real. Este es uno de los motivos por los que hoy vemos una economía de dos caras: el mercado financiero de fiesta y los sectores productivos en crisis.


Resulta curioso que se vuelva a hablar de la convertibilidad de los 90 con liviandad y que sus autores aparezcan opinando sin ser cuestionados, sin repreguntas por parte del periodismo. Es cierto que inicialmente la Convertibilidad redujo significativamente la pobreza al terminar con la inflación. Algo que, por otra parte, sucedió en todos los casos de estabilización de la región. Pero debemos recordar que ese modelo terminó en el estallido económico, social y político de diciembre de 2001, cuando Argentina básicamente se quedó sin dólares, luego de haber vendido todo su patrimonio público y haber endeudado serialmente al país hasta quedarse sin nadie que le prestara más dólares.


La Convertibilidad terminó en estallido porque era insostenible. Desde al menos 1998, Eduardo Duhalde, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y alternativa peronista al menemismo, planteaba que había que salir de la Convertibilidad porque, entre otras cosas, estaba dañando el tejido productivo y el trabajo. Sin embargo, en la elección de 1999 perdió contra De la Rúa, quien proponía continuar con el modelo y limitaba sus cuestionamientos a cuestiones de orden moral y ético, como la corrupción.


Fue el gobierno de De la Rúa el que impulsó una reforma laboral completamente corrupta, conocida como la ley Banelco (por la tarjeta de débito de esa red de cajeros que habría sido utilizada para pagar sobornos a legisladores), y el mismo que, poco después de asumir, volvió a convocar a Domingo Cavallo para que dirigiera la economía. También formaba parte de ese esquema económico Federico Sturzenegger, que era Secretario de Política Económica.


Si la convertibilidad generó pobreza y destrucción del trabajo argentino y terminó en estallido, ¿qué hace pensar que esta neoconvertibilidad no tendrá el mismo destino? Un presidente que llegó prometiendo cambiar de raíz el curso de la historia y convocar a nuevos dirigentes (porque "nada nuevo puede hacerse con los mismos de siempre") en realidad está haciendo todo lo contrario. Lo transitado hasta acá por el gobierno de Milei en materia económica es pariente directo del modelo de la dictadura militar (que también terminó en crisis de deuda e hiperinflación, una maldita herencia económica muchas veces olvidada y que condicionó fuertemente el regreso de la democracia), el mismo modelo del menemismo, el de De la Rúa y el de Macri.


Milei no está estabilizando la economía argentina, está profundizando las condiciones que han hecho que el país se sumerja en reiteradas crisis: un peso vulnerable, deuda en moneda extranjera, destrucción de la industria que genera valor agregado, trabajo de calidad y exportaciones (es decir dólares), pérdida del poder adquisitivo, crecimiento del desempleo y aumento de la marginalidad. Además, se suma la pérdida de capacidades estatales estratégicas, la destrucción del sistema de ciencia y tecnología y del sistema educativo en su conjunto. No hay país desarrollado en el mundo que haya seguido esta senda.


El modelo de Milei es el modelo de los mismos de siempre: el modelo de un puñado que concentra la riqueza. Un modelo que, con suerte, alcanza, y por algún tiempo, a las clases medias más acomodadas. El resto queda fuera del sistema. Es un modelo que tarde o temprano termina en una nueva crisis.


Es imperioso que la oposición pueda realizar un diagnóstico político y económico acertado. Darle la derecha a Milei diciendo que "hizo lo que dijo que iba a hacer" o que "estabilizó la economía" es falso. Lo que hizo es reincidir el camino de la crisis y el subdesarrollo al igual que varios antecesores. Nada nuevo de lo que prometió. Tampoco estabilizó, sino que está sembrando vientos, luego el conjunto de los argentinos consechará tempestades.


Sin un diagnóstico preciso, no habrá proyecto político coherente y convincente. Y sin proyecto político coherente y convincente, no habrá esperanza. Lo que necesita la gente es esperanza, y una dirigencia capaz de representarla.


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